Introducción: Kalhil.
Es cierto, "la vida no se detiene ni retrocede en el ayer" don Kalhil, pero no sabe usted cuánto me vibra el vientre...
Escrito Nº 13: Setas.
Kreya cuando
tenía seis años escribió: Los peces se rinden
en ganar en el hielo. En el rincón de las montañas de tierra hay una
jirafa. De lejos empieza a mirar a sus hermosos y beyesos hijos y la jirafa
enseguida empieza a mirar los hermosos ojos de sus bebes y entonces los ojos
empezaron a temblar. Entre el costado de los ojos, agua. Entre sus hermosos y
beyesos ojos. Es porque están empezando a llorar.
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Tal vez haya sido
su primera pasión. Esa que queda grabada a fuego, la que enseña el cuidado que debemos tener
con ella pues posee una condición dual: promete aceites suaves y reconfortantes
para la piel pero en general también proporciona
irritaciones, heridas y sus correspondientes cicatrices. Encanto y desdicha.
Kieven. Sala de
cinco. Cuatro años. Fascinación, y por qué no amor que relucía en la mirada. En
las miradas. Varias veces sorprendí al pequeño, a escondidas en su habitación,
realizando envoltorios de regalo para la damita con el mejor papel que
encontraba. Conteniendo algún lápiz
labial o figurita que oportunamente había hurtado a su hermana mayor. También confeccionando
rústicos dibujos, muchos de ellos de una parejita. Muchos de ellos de una
parejita tomada de la mano bajo un árbol repleto de manzanas. Manzanas rojas
con forma de corazón. Todos conocemos esa variedad de la fruta.
Debo decir que en
la reuniones o fiestas del Jardín de Infantes, hasta me resultaba incomodo
intercambiar saludos con la madre de la pequeña en cuestión. Mambos de
adulto. Mientras tanto, ellos
disfrutaban con bailes, canciones,
trenes y ojitos cómplices.
En la
cotidianeidad suele hacerse referencia a un cambio de rumbo diciendo que es un
punto de inflexión, cuando en realidad aquellos que ocasionalmente hemos
hurgado algún libro de matemáticas sabemos que éste es un cambio de rumbo a
medias ya que es solo un cambio de
concavidad, pero lo cierto es que hubo un día clave, y más que un punto de
inflexión fue el momento en el que se atravesó el eje de simetría de la
parábola. Cesaron los bailes, los regalos, los envoltorios, y las miradas. La
magia se rompió.
Pragmáticamente resiliente escribió su réquiem
para el primer amor en silencio, con la mirada hacia un rincón.
Es desesperante
ver triste a un hijo. Esperé la oportunidad de estar a solas con él y me
acerqué, intentando ser referente de contención y fortaleza, y
acudiendo a un guiño de complicidad de
género le pregunté por lo sucedido. Levantó su rostro tan lentamente que me
dolió el pecho, y señalando con sus ojos una cicatriz hecha por un rasguño en
la parte interna del antebrazo izquierdo, me respondió: - Ella me lastimó.
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Se acerca el 21
de diciembre de 2012, fecha clave según algunos interpretes de símbolos tallados oportunamente por los Mayas, quienes cuidadosamente han dejado ese
legado a la civilización actual sabiendo que los apocalípticos del siglo 21 ayudados
por la radio, la televisión y las nuevas tecnologías invadirían nuestras mentes
generando una socio-psicosis medio en chanza, medio en serio sobre el inminente
final de la civilización, explosión del planeta, cambio de paradigmas, arribo
de extraterrestres, inicio de una nueva
etapa o lo que ocurriese primero. La
posibilidad de un cataclismo es real.
Mi pequeña mira
televisión en otro ambiente de la casa
mientras yo, sumergido en la computadora, a pesar del inminente fin de la vida
sobre la tierra, intento refaccionar y finalizar algunos escritos inconclusos que superan ampliamente en número
a los que he concluido. Tarea difícil cuando en vez de apretar las teclas comienzo
a surfear en asociaciones libres que relacionan un pensamiento con otro o con algún
recuerdo desde el cual salto a otra ola de razonamientos y luego a otro recuerdo
que nuevamente me trasporta a alguna lectura, y de esta manera llego a un punto
desde el que es imposible trazar el camino inverso, de retorno y por lo tanto
establecer el punto de partida. Y así siguen ganando los inconclusos. Causalmente,
inmerso en estas interminables asociaciones, recordé que alguna vez en psicología leí que
cuando nuestros padres mueren significa un duelo doble, pues además de la
pérdida del ser querido es una aceptación del acercamiento a la muerte propia.
Para graficar, vamos por la vida como en una cinta transportadora papando
moscas hasta que nos damos cuenta que el que estaba más adelante ha llegado al
final y ha caído, lo que significa que no lo veremos mas pero también que
indefectiblemente nosotros vamos a caer y ya no hay nada que se anteponga.
Fueron nuestros abuelos, serán nuestros padres y luego nosotros. Qué cosa la
muerte, pienso.
Wayra, con sus explosivos
ocho años, irrumpe con los ojos desorbitados
en mi habitación y en mi pensamiento y dice: - Papá, ¿sabías que todos
vamos a morir?..
Silencio.
Alan de San Pedro.